La revolución rusa.
Edward H. Carr
Kairos – Historia del Mundo Contemporáneo: La Revolución Rusa,
FUENTE: http://iris.cnice.mec.es/kairos/ensenanzas/bachillerato/mundo/textos/revolucionrusa_carr.doc
“Aunque
la revolución de 1917 tuvo un significado mundial, también estuvo enraizada en
condiciones específicamente rusas. La imponente fachada de la autocracia
zarista encubría una economía rural estancada, que había hecho pocos avances
sustanciales desde la emancipación de los siervos, y un campesinado inquieto y
hambriento. Desde la década de 1860 venían actuando grupos terroristas, con
estallidos recurrentes de violencia y represión. En este periodo tuvo lugar el
nacimiento del movimiento narodnik,
al que sucedería más tarde el Partido Socialista Revolucionario, y cuyo mensaje
se dirigía a los campesinos. A partir de 1890, la industrialización comenzó a
irrumpir de forma importante en la primitiva economía rusa; y el desarrollo de
una clase industrial y financiera de influencia y riqueza crecientes,
fuertemente dependiente del capital extranjero, potenció la infiltración de
algunas ideas liberales occidentales que encontraron su más completa expresión
en el Partido Kadete (Demócrata Constitucionalista). Pero este proceso se vio
acompañado por el crecimiento de un proletariado de obreros fabriles y por los
primeros síntomas de conflictividad proletarias; en la década de 1890 tuvieron
lugar las primeras huelgas. Estos cambios se reflejaron en la fundación en 1897
de un partido marxista, el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, el partido de
Lenin, Martov y Plejanov. El malestar latente surgió a la superficie con las
frustraciones y humillaciones de la guerra ruso-japonesa.
La revolución rusa de 1905 tuvo un carácter mixto. Fue una revuelta de
los liberales y constitucionalistas burgueses contra una autocracia arbitraria
y anticuada. Fue una revuelta obrera, desatada por la atrocidad del “domingo
sangriento”, y que condujo a la elección del primer soviet de diputados obreros
de Petersburgo. Fue una extensa revuelta campesina, espontánea y carente de
coordinación, a menudo extremadamente cargada de resentimiento y violencia.
Estos tres cabos nunca llegaron a entrelazarse, y la revolución fue fácilmente
dominada con el coste de algunas concesiones constitucionales, en buena medida
irreales. Los mismos factores inspiraron la revolución de febrero de 1917, pero
esta vez reforzados y dominados por el cansancio de la guerra y por el
descontento general respecto a la forma en que ésta era dirigida. La abdicación
del zar era lo único que podía detener la marea de revueltas. La autocracia fue
reemplazada por la proclamación de un Gobierno Provisional basado en la
autoridad de la Duma. Pero
el carácter híbrido de la revolución se hizo una vez más evidente. Al lado del
Gobierno Provisional se reconstituyó el soviet de Petrogrado –la capital había
cambiado de nombre en 1914- según el modelo de 1905.
La revolución de febrero de 1917 trajo de vuelta a Petrogrado, desde
Siberia y desde el exilio en el exterior, a una multitud de revolucionarios
anteriormente proscritos. La mayoría de éstos pertenecían a una de las dos
ramas –bolchevique y menchevique- del Partido Obrero Socialdemócrata o al
Partido Socialista Revolucionario (SR), y encontraron una plataforma ya
dispuesta en el soviet de Petrogrado. El soviet era en cierto sentido un rival
del Gobierno Provisional establecido por los partidos constitucionales en la
antigua Duma; la expresión “doble poder” fue acuñada para describir esta
ambigua situación. Pero la actitud del soviet era mucho menos tajante. El
esquema histórico de Marx postulaba dos revoluciones distintas y sucesivas, la
burguesa y la socialista. Los miembros del soviet, con pocas excepciones, se
contentaban con reconocer en los acontecimientos de febrero la revolución
burguesa rusa que establecía un régimen democrático-burgués según el modelo
occidental, y posponían la revolución socialista a una fecha futura aún
indeterminada. La cooperación con el Gobierno Provisional era la conclusión de
este punto de vista, que compartían los dos primeros dirigentes bolcheviques
que regresaron a Petrogrado: Kamenev y Stalin.
La dramática llegada de
Lenin a Petrogrado a comienzos de abril hizo añicos este precario compromiso.
Lenin, en un primer momento casi en solitario incluso entre los bolcheviques,
atacó la suposición de que el cataclismo que estaba teniendo lugar en Rusia
fuera una revolución burguesa y nada más. El desarrollo de la situación después
de la revolución de febrero confirmaría el punto de vista de Lenin de que
aquello no podía mantenerse dentro de los límites burgueses. Lo que siguió al
colapso de la autocracia no fue tanto una bifurcación de la autoridad (el
“doble poder”) como una total dispersión de ésta. El sentimiento común a
obreros y campesinos, a la vasta mayoría de la población, era de inmenso alivio
entre el alejamiento de un íncubo monstruoso, sentimiento que venía acompañado
de un profundo deseo de conducir sus propios asuntos a su manera, y de la
convicción de que esto era posible, de un modo u otro, y fundamental. Se trataba de un movimiento de masas
inspirado por una ola de inmenso entusiasmo y por visiones utópicas de la
emancipación de la humanidad de las cadenas de un poder remoto y despótico, y
que no estaba interesado en los principios occidentales de democracia
parlamentaria y gobierno constitucional proclamados por el Gobierno
Provisional. Se rechazaba tácitamente la noción de autoridad centralizada. Por
toda Rusia se extendieron los soviets locales de obreros y campesinos. Algunas
ciudades y distritos se autoproclamaron repúblicas soviéticas. Los comités
obreros de fábrica se atribuyeron el ejercicio exclusivo de la autoridad en su
campo. Los campesinos se apoderaron de la tierra y la repartieron entre ellos.
Y todo lo demás se eclipsaba ante la demanda de paz, de poner fin a los
horrores de una guerra sangrienta y sin sentido (...).
Por tanto, cuando Lenin redefinió el carácter de la revolución en sus
famosas “tesis de abril”, su diagnóstico mostraba a la vez agudeza y visión de
futuro. Describía lo que había sucedido como una revolución en transición desde
su primera etapa, que había dado el poder a la burguesía, a una segunda etapa,
que daría el poder a los obreros y a los campesinos pobres”.
CARR, Edward H. La revolución
rusa: De Lenin a Stalin, 1917-1929. Madrid: Alianza Editorial, 1988, p.
11-15.
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